Pocas situaciones llevan al extremo nuestra disciplina como nos empuja la competición deportiva de alto nivel. Entrega absoluta en la alimentación, dolor en los entrenos, necesidad de descanso y en definitiva, la implicación de las 24 horas de nuestro día. Si añadimos lo increíblemente lento que llegan los resultados, las lesiones y las enfermedades, nos hace preguntarnos constantemente si realmente estamos haciendo las cosas bien, si nos encontramos en el camino más recto hacia nuestros objetivos. Para responder a esta necesidad debemos respaldarnos en la ciencia, en el conocimiento del cuerpo humano y los estudios relacionados con nuestro tema de interés. Hasta aquí creo que todos de acuerdo.

Pero es precisamente en este punto donde tenemos que ser críticos, analizar y sacar nuestras conclusiones para enfrentarnos a estos estudios “científicos” (lo que es altamente complicado y requiere de mucha formación para interpretar correctamente los resultados.

El desconocimiento en la investigación nos hace caer en tremendos errores, y otorgamos una importancia capital a cualquier información que se le parezca a una publicación científica; es leer “… un estudio ha demostrado…” e inmediatamente se convierte para nosotros en una verdad absoluta.

En el ámbito de las ciencias sanitarias, donde trabajamos con osujetos tan inmensamente complejos y desconocidos aún como el ser humano, los estudios tienen que presentar una serie de características para que cuenten con cierta veracidad. Existen varias organizaciones que categorizan y definen los puntos claves para ordenar la información científica en cuanto al nivel de evidencia en los estudios (Cochrane, Nice, Nhs, National guideline clearinghouse…). Alguna de estas características básicas a tener en cuenta son:

  • Los sujetos a estudio. Es un requisito muy importante para la aplicabilidad del estudio. Si los sujetos no son deportistas o personas que presenten hábitos muy similares a nuestro estilo de vida no podemos sacar conclusiones del estudio (imaginad si el estudio es con animales..). La primera pregunta que debemos hacernos es: ¿las personas a quien se les aplica la intervención en el estudio se parecen a mí?.
  • El número de sujetos a estudio. La probabilidad de que no sea una coincidencia. Cuando hablamos de resultados en estudios sanitarios el objetivo claro es encontrar una relación con la intervención tan clara como que sea muy poco probable que sea una casualidad (en los estudios se referencia con la cifra: p<0,0001). La mejor forma de reducir esa probabilidad es aumentando el número de sujetos a estudio. La gran mayoría de estudios en cualquier deporte suelen contar con 15 a 50 (no te quiero decir en deportes minoritarios). Para que os hagáis una idea, para probar la eficacia de una intervención en un paciente renal por ejemplo, necesitaríamos contar una muestra de 500 a 800 sujetos a estudio para que la fuerza del resultado sea significativa.
  • El tipo de estudio. Dependiendo el control de las variables que tengamos podemos realizar un tipo de estudio u otro. Lógicamente a más control mejores resultados. Por orden de menor a mayor rigor científico a groso modo, encontramos los estudios descriptivos (serie de casos, transversales, retrospectivos o prospectivos) que tienen menor peso que los analíticos (casos y controles o estudio de cohortes) que a su vez, generan menos evidencia que los ensayos clínicos, revisiones sistemáticas, meta-análisis o guías de práctica clínica (si están perfectamente elaboradas). La mayoría de los estudios que encontramos en el deporte son descriptivos y analítico de bajo control.
  • El control de las variables extrañas. El crecimiento de la masa muscular, la fuerza, la resistencia o la pérdida de grasa son procesos fisiológicos en los que intervienen multitud de variables que pueden escaparse de la intervención. Es decir, pensamos que los resultados vienen determinados por la intervención pero realmente son las variables externas las que han sido la causa de ese resultado. (un ejemplo: Realizamos un estudio con un número de culturistas que entrenan a las 9 de la mañana y otro a las 20 de la tarde. Mejoran más los que entrenan a las 9 de la mañana. ¿Es realmente por la hora en la que entrenan o es por que a las 20 de la tarde el gimnasio está lleno y su intensidad de entreno baja considerablemente en tiempos de descanso y distracciones?).
  • La ausencia de conflicto de intereses. Con respecto a la salud ya está bastante controlado este tema. En el siglo pasado los estudios eran llevados a cabo por las mismas industrias farmacéuticas y “camuflaban” los resultados adversos y resaltaban los positivos. La falta de medios económicos en el deporte hace realmente difícil poder construir un conocimiento empírico verdadero porque la poca información que nos llega suele estar influenciada por la necesidad de vendernos algo.

 

Si tomamos estas pautas para el análisis de los estudios que llegan a nuestras manos os aseguro que el 95% de los estudios que os llegan presentarían un nivel de evidencia muy bajo, y el hecho de tomarlos en cuenta, sería básicamente un error. Es difícil convencerse de que realmente no tenemos apenas conocimientos en este deporte, por ello podemos observar como todos los sistemas de entreno funcionan y que toda forma de alimentarse puede ser correcta.

Con el nivel de evidencia que presentamos a día de hoy todo es mucho más sencillo, equilibrio en el entrenamiento a gran intensidad, control en la alimentación y la suplementación, descanso y sobretodo CONSTANCIA Y ORGANIZACIÓN llevadas la extremo. Tenemos que animarnos a investigar o al menos en poner en común las experiencias personales con el convencimiento de que todas son importantes y ninguna vale más que otra. En definitivamente dejar aparcado el ego individual para crecer como colectivo.